CONSEJO:

Al ser un diario será más comprensible si se lee desde la primera entrada. Domingo 29 de noviembre 2009
Gracias por vuestra atención

viernes, 11 de diciembre de 2009

Viernes 4 de diciembre 2009


Nuestro primer encuentro fue en el mes de julio en una cafetería en el barrio de chueca, pero hasta la fecha no habíamos coincidido, Nos presentó una amiga común y enseguida hubo una conexión entre nosotros. Poco después ella tuvo que marcharme y desgraciadamente yo con ella.
Hoy he vuelto a quedar con Teresa en “la Troje” y ella apareció de nuevo con él. Marchándose poco después dejándonos solos, creo que lo habían planeado entre ellos. Seguimos charlando hasta que la hora del café dio paso a las copas.

Parecía tan tímido. Me sorprendió lo bronceado que estaba, rayos uva fijo. No apartaba sus ojos claros, creo que eran verdes pero ahora no estoy seguro, el pelo rizado brillaba con destellos rojizos por el anuncio de neón situado tras la barra. Sus manos, sobre la mesa, descansaban con las palmas hacia abajo mostrando en la izquierda un anillo de plata muy grueso, de los que un buen amigo mío denominaría “trozo de tubería”.
Cuando se levantó para ir al baño pude comprobar su altura, calculando que me sacaría una cabeza.
-Debe medir un metro ochenta, ochenta y cinco.- pesé mientras seguía su culo embutido en unos pantalones vaqueros.
Ya de regreso se paró a decirle algo al camarero que al momento sirvió dos copas dejándolas sobre la barra. El hizo un gesto con la cabeza hacia donde yo me encontraba y comenzó a caminar esquivando al personal que se le cruzaba.
Al pasar a mi lado no pude evitar mirar el paquete. Pareció darse cuenta por que me sonrió haciendo un movimiento de pelvis a lo Elvis hacia mi.
-Llevas la bragueta abierta.- le dije a bocajarro para escapar del apuro.
Dejó las bebidas sobre la mesa, descaradamente se subió la cremallera marcando paquete.
-¿Algo más?- dijo al sentarse.
- De momento nada más.- dije mirando a mí alrededor sonriendo.
A partir del momento en que puso su mano sobre una de las mías todo fue mucho más rápido. Cuando me quise dar cuenta estaba tumbado desnudo junto a él en su cama, en medio del bosque.


Desperté en una cama con doncel, el único mueble del dormitorio, que se encontraba en un extremo de este. Un mural gigante con el paisaje de un bosque ocupaba las cuatro paredes del dormitorio dando la extraña sensación de que nos encontrábamos acostados en un claro al aire libre. El sonido del viento agitando las ramas provenía del ipod que colgaba del cabecero. La brisa era un ventilador de aspas de metacrilato colgado del alto techo abuhardillado, calculo que tendría cuatro metros y medio en un lado y tres por la parte donde se encontraba, creo que una ventana, a juzgar por las gruesas cortinas que la cubrían.
El suelo cubierto por hojas secas y la luz tenue terminaba de dar el toque mágico a la estancia.
Reconozco que se lo había currado.
Me incorporé y busque mi ropa, allí estaba… donde la habíamos dejado, esparcida por el suelo.
Unos brazos me rodearon el cuerpo tumbándome de nuevo, después volvió a besarme mientras, mis manos buscaban su pene erecto bajo las sabanas.
-Hagamos lo de nuevo.- me susurro al oído.
-De acuerdo, pero ahora te toca a ti.- respondí
De un pequeño bolsillo, en su lado de la funda de la almohada, saco otro preservativo y se lo puso hábilmente.
-Lo tienes todo muy estudiado.- dije haciendo un gesto con la cabeza hacia la funda.
-Ahora date la vuelta.- Cosa que hice.
Pasó la mano bajo mis piernas buscado el miembro y sacándolo hacía fuera, después note que lo besaba avanzando hasta el ano que masajeó con sus dedos.
Sentí el peso de su cuerpo según fue introduciéndose lentamente, primero con movimientos más suaves para continuar algo más fuerte.
El jadeo en mi nuca me excitaba aún más y trate de seguir su ritmo.
-No te muevas, déjame hacer a mí.- me dijo inmediatamente mordiéndome suavemente en el cuello.
Permanecí inmóvil como una presa hasta que eyaculamos juntos.
La sensación de a temporalidad de la estancia me relajaba. Por fin me levante y fui hasta las gruesas cortinas que descorrí dejando al descubierto un ventanal que abrí de par en par. La luz de la mañana entró en el dormitorio y la magia desapareció instantáneamente.
En el exterior el parque del Retiro se extendía hacia ambos lados. Me volví y le vi desnudo acostado con el codo en la almohada, y sobre la mano apoyada la cabeza. Sonreía.
-¡Buenos días!, ¿sabes que estás en pelotas en el balcón?-.

¡Hemos quedado para esta noche!

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