lunes, 25 de enero de 2010
Lunes 18 de enero de 2010
Hay un tío en el gym que cuando llega…, bueno mejor cuento la secuencia como pasa más o menos.
Generalmente ya estoy en el vestuario cuando el aparece dando las buenas tardes. Entra y enseguida se posiciona junto a una taquilla, hasta ahí todo bien, pero curiosamente siempre es enfrente mía, a unos dos metros y medio quizás tres, cosa que no es difícil por que el vestuario es cuadrado. Pero por muy lleno que este siempre se hace un hueco por esa zona. Me he fijado en él por que llega trajeado y eso me pierde. No es que esté muy cachas pero tiene su morbo cuando empieza a desvestirse tomándose su tiempo. Yo siempre me cambio antes de que se desnude del todo y bajo a la sala de musculación, aunque he intentado quedarme pero llega un momento que ya se hace evidente que estoy listo para irme y temo que se de cuenta.
Apenas hemos hablado, salvo para preguntarnos: ¿estas utilizando esta maquina?, ¿has terminado ya? y si estamos ocupando un aparato nos preguntamos, ¿te importa si hago yo una serie mientras descansas?, Vamos lo típico. Durante el entrenamiento le he visto observándome, bien directamente ó por los muchísimos espejos que hay por todas partes, y la verdad no es que yo sea la bomba estoy musculado pero no para tirar cohetes.
El viste una camiseta blanca algo ajustada con un pantalón azul marino y zapatillas blancas, pelo revuelto, pesará unos setenta y dos kilitos, debe medir uno setenta. Vamos un bombón. Bueno yo le echo unos cuarenta y algunos. Algo que me llama la atención es que tiene los labios carnosos y la barba muy cerrada, me recuerda al actor de la serie “Mad men” pero no tan atractivo, pero si que tiene su aquel. Le quedan bien hasta los rodales de sudor en la camiseta que le marcan los pezones. Es como esas personas que no se parecen en nada a alguien pero nos lo recuerdan.
Nunca trato de ligar en el gimnasio por que nadie da chispa y luego comienzan los rumores y al final hay que cambiarse a otro. Ya me pasó una vez. Y eso que le entré diciendo que era bisexual por si me rechazaba. Esto fue cuando era mucho más inseguro que ahora, pero mucho más.
Al grano. La cosa es que al terminar solemos coincidir de nuevo. Suele haber uno o dos más cambiándose.
Veo que me lanza miradas furtivas que se hacen más descaradas cuando piensa que estoy distraído, ejemplo:
Primero me quito el pantalón corto y la ropa interior, (el sigue a lo suyo pero se gira frente por frente como el que busca algo en la bolsa de deportes), entonces me quito la camiseta lentamente y justo en ese momento levanta la cabeza y me echa un vistazo por un segundo. Lo sé por que le estoy espiando a través de la tela, Para cuando me la he sacado del todo ya ha vuelto a su búsqueda en la bolsa y yo estoy mirando para los fluorescentes.
Cuando voy para las duchas, que son individuales con puertas cortadas por la parte de abajo, él elige la que está enfrentada a la mía. En alguna ocasión hemos cruzado las miradas por encima de la puerta. Mientras nos enjabonamos el pelo, y nada más, luego salimos uno de los dos y volvemos a coincidir repitiendo la misma operación de espionaje mientras nos secamos.
Unas veces pienso que estoy en lo cierto y otras que solo es mi imaginación, los vistazos pueden deberse únicamente a la curiosidad por el tamaño de la del otro. Quien sabe.
¿Que por qué todo este royo?
Hoy al salir, mientras caminaba para ir a casa, me paré en el semáforo esperando para cruzar, y a mi lado el susodicho. Nos miramos y claro un saludo. Disco en verde y cruzamos sin decir palabra. Justo al otro lado me entra con la siguiente excusa:
-Oye una cosa, veras… veo que solemos coincidir a la misma hora, y estaba pensando si te gustaría que entrenáramos juntos como hacen algunos para hacer la cosa menos monótona… y echarnos una mano…, ya sabes con las repeticiones y el peso y esas cosas.- nervioso se cambia la bolsa de mano a la vez que busca el contacto visual para volver a mirar al suelo.
No se muy bien que decirle así que le respondo:
-Bueno, me parece bien pero me gusta entrenar rápido, no suelo estar en la sala charlando con el personal.-
- A mí tampoco me gusta perder el tiempo. Hay algunos que se pasan las horas muertas hablando y al final no hacen nada.- mientras me dice esto me sujeta con la mano libre el antebrazo como temiendo que me marche.-
-Vale, pero si ves que dan las cinco y aún no he llegado empieza sin mí, por que es probable que no aparezca.- le digo para zanjar el tema.
Sigue sin soltarme el brazo, creo que está tratando de pensar algo deprisa.
-Estupendo, ¿me dejas que te invite a tomar algo ahí enfrente?- no doy crédito a lo que estoy oyendo.
-Perfecto.- me apresuro a decir mientras afirmo con la cabeza.
Entramos en la cervecería sin volver a dirigirnos la palabra, junto a la barra con un gesto llama la atención del camarero a lo que me pregunta:
-¿Qué te apetece tomar?- me sonríe.
- Una cerveza estaría bien.- le devuelvo la sonrisa.
A estas alturas creo que esta muy claro, el sabe que yo estoy receptivo y yo que quiere royo. Espero no equivocarme.
El camarero deposita las cervezas goteando sobre la barra, lo que me parece un símil de lo que nos sucede a los dos. Me pasa la copa y nos rozamos, parece más nervioso que yo. Cuando agarra la suya veo que el anillo que siempre lleva al llegar al vestuario ya no está en su dedo.
La conversación gira entorno a los ejercicios de entrenamiento y si hacemos esto o lo otro, pero en realidad nos estamos observando. Se afloja el nudo de la corbata y la guarda en el bolsillo de la chaqueta, después se suelta un par de botones ahuecando el cuello de la camisa. La pequeña parte de piel que asoma me encanta, no se como se llama pero seguro que tiene un nombre, es esa zona del escote donde se unen los pectorales justo debajo de la nuez. Veo un poco de vello. Nunca tan poco ha sugerido tanto.
Pedimos otra ronda y pienso si decirle algo más o desenmascararle, al final me decido por lo último.
He dejado la cazadora sobre uno de los taburetes quedándome con la camiseta de manga corta para enseñarle un poco los bíceps. Por fin me decido.
-No estamos aquí solo para tomar algo, ¿verdad?-
Su sonrisa nerviosa me dice que estoy en lo cierto tranquilizándome, ya puedo respirar.
-Creo que los dos sabemos por que estamos aquí.- afirma con un brillo especial es sus ojos.
-Y ahora que hacemos.- digo mirando para la puerta de salida.
-Pagar.- me guiña un ojo
Saca la cartera del bolsillo interior y deja un billete sobre el mostrador. Con otro gesto al camarero rechaza el cambio. Salimos del local.
No tengo remedio, ya estoy metido en otra.
Continuará
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario