miércoles, 16 de diciembre de 2009
Sábado 12 de diciembre 2009
Hoy me ha recogido una furgoneta blanca creo que es una “Ford Transit”, no se si se escribe así, de esas elevadas que tienen como un añadido en el techo. El tipo viene de trabajar, todavía lleva puesto el mono blanco manchado por todas partes con pintura. Me invita a subir y sale disparado por Plaza de España dirección a la casa de campo. Esta lloviendo y los reflejos de las luces de navidad centellean en el parabrisas mientras el limpia cristales va y viene sin descanso. El hombre tiene el pelo largo por debajo de las orejas y barba de un par de días. En la muñeca varias pulseras gruesas de plata y un reloj de plásticos de esos que nos ponemos para no estropear el bueno.
En la cabina hace calor.
-¿Podrías parar la calefacción?- le pido señalando la rejilla del salpicadero.
-Claro.- es la única palabra que sale de su boca desde que me invito a subir.
-¿Tienes condones?- me pregunta desabrochándose el mono unos veinte centímetros.
-Si, siempre llevo encima.- le respondo. El tío parece un poco chuleta hablando.
Conduce de forma agresiva, girando y cambiando de dirección bruscamente. Salimos del túnel y desembocamos en la avenida de Extremadura, toma la salida de Batán y comienza a perderse por la casa de campo. Entra en un camino de tierra y tras unos metros desaparecemos entre una zona de arbustos. Para el motor y sin más me dice:
-Abajo, ya hemos llegado.- Abre la puerta y salta fuera.
Yo le imito, me quedo parado bajo la lluvia y escucho el portón de la parte trasera que se abre, por el lateral aparece su cabeza.
-Anda ven “paca”.-
Hago lo que el me dice y entro en la zona de carga apenas veo una silueta blanca en la oscuridad. Ha encendido una linterna que esta colgada del techo, el haz de luz oscila iluminando parte del habitáculo. Cubos de plástico, sacos, brochas, cuerdas se amontonan en los laterales. Está bajando un fardo del hueco que hay encima de la cabina. Es un colchón de goma espuma enrollado y atado con una cuerda.
-Cierra la puerta.- me ordena. Y quítate la ropa coño, que no tengo todo el día.
Empiezo a desvestirme. El se baja la cremallera y se queda en calzoncillos. Yo solo he acertado a quitarme las deportivas cuando ya le tengo encima sacándome la ropa. El día no ha sido frío por lo que la temperatura en la cabina no es muy baja, aún así estoy tiritando.
A la luz de la linterna veo su cuerpo fibroso cubierto de vello negro de pie sobre el colchón.
-Venga ya puedes empezar ha hacer tu trabajo.- me dice sujetándose el pene con la mano. Me arrodillo y me la introduzco en la boca. Llega lo inevitable y me sujeta la cabeza con la mano. Intento liberarme de la presión apartándoselas pero consigo todo lo contrario.
-Cométela joder y estate quieto cojones.- el tono es agresivo apretando los dientes.
Presiento que no va ha ser muy agradable.
Cuando el decide, dejo de hacerle la mamada y se tumba en el colchón.
-¿Donde tienes el condón?-. Busco el pantalón y saco varios del bolsillo. Me quedo mirándole pues todavía no se quien de los dos será el activo, ya que no da ninguna señal. Lo abro y empiezo a colocármelo.
-Pero que haces imbécil, trae, solo faltaba que encima te pagara y me dieras por el culo. ¡Joder que inútil!-
Le entrego otro y de reojo visualizo el portón trasero. La cosa no mejora, al ponerse de pie se golpea con la linterna en la cabeza.
-Mierda.- exclama. Me sujeta por el cuello tumbándome en el colchón y tirándose encima.
Sin ningún tipo de preliminares me introduce el miembro. Grito de dolor mientras intento apartarme, se coloca con las manos en mi espalda empujando con el peso de su cuerpo.
-Me haces daño.- grito y forcejeo pero el más excitado empuja con más fuerza. Grito y grito hasta que me tapa la boca con la palma de la mano. Se la muerdo. La retira apartándose un momento dejándome una salida que aprovecho. Gateo en dirección a la puerta, busco una manivela o mando para abrirla por fin tanteo algo y presionó el pestillo, la puerta se abre. El segundo error fue volverme para ver donde se encontraba. Un puñetazo me alcanzo en el ojo izquierdo, saliendo disparado de la furgoneta y cayendo al suelo. El primero fue no haberme largado cuando pude. Mi primera intención fue salir corriendo bajo la lluvia, pero estaba desnudo y empapado. Rápidamente intento agarrar alguna prenda del interior acertando a coger solamente la bandolera y algo de ropa mientras veo como se va poniendo el mono. Me aparto evitando que su pie descalzo me alcance en la cara yéndose a dar contra la otra puerta que permanecía cerrada.
-¡Hijo puta!, ¡te voy a matar!- grita saltando descalzo del interior. Yo solo puedo alejarme corriendo mientras veo como cierra la puerta de la furgoneta y se va hacia la cabina cojeando.
Temblando de frío y empapado por la lluvia me escondo entre los matorrales permaneciendo en cuclillas tratando de conservar algo de calor.
El motor se pone en marcha y las luces rojas de posición se alejan por el camino de tierra. Muy asustado miro la bandolera que tengo en las manos junto con lo que pensé que era mi ropa y solo era un trapo lleno de pintura.
Me pongo a llorar dolorido y asustado. Intento respirar hondo para controlar los temblores pero solo consigo soltar unos sollozos.
En un momento de lucidez busco el móvil y llamo a Ricardo, el taxista.
Solo tardó en recogerme veinte interminables minutos en los que no podía parar de llorar. Me dolía todo el cuerpo y las mandíbulas de apretarlas por el frío.
En la llamada me dijo que buscará la carretera más próxima y le volviera a telefonear. Y así lo hice. Con las pocas indicaciones que pude darle no se como me encontró.
Me echo una manta por encima y puso la calefacción al máximo. Yo seguía sin poder parar de temblar y sollozar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me he quedado así enganchado a tu historia. A veces se queda uno perplejo ante la brutalidad de alguna gente y eso no tiene mucho que ver con la ropa que se use, aunque lo parezca. Un relato excepcional. Espero que sólo sea fruto de tu imaginación...
ResponderEliminarUn abrazo,
Ed.