El día ha sido tranquilo y como todos los domingos me he dedicado a descansar.
Por la tarde Carlos y yo hemos salido a dar una vuelta por chueca. Entramos en una librería y mientras el alquila una peli en la planta baja, yo hojeo libros, aunque en realidad estoy más pendiente de las personas que hay a mi alrededor, deformación profesional que se le va hacer.
Al salir nos hemos parado en la misma puerta del establecimiento y Carlos ha sacado de la bolsa de plástico los DVD para enseñármelos mientras me hace comentarios sobre las carátulas.
Justo delante de nosotros a parado un BMW plateado no recuerdo el modelo pero era grande, o por lo menos a mi me lo pareció, sencillamente nunca he sido un aficionado a los coches. Un tipo trajeado ha bajado la ventanilla, el aire caliente mezclado con el perfume masculino que sale del interior del vehiculo me hace aspirar profundamente.
El hombre de unos cincuenta tacos nos pregunta que si queremos dar una vuelta. Así, sin más. Carlos niega con la cabeza sin ni siquiera apartar la vista de los DVD.
- ¿Te importa que vaya yo? – digo dirigiéndome a mi amigo.
- Has lo que quieras.- me contesta mirando de reojo al hombre.
Bordeo el vehiculo por la parte delantera y antes de montar le digo:
- Vale, luego nos vemos.-
Cierro la puerta y continuamos la marcha.
Como siempre primero nos medimos un poco.
-¿Dónde quieres que vayamos?- le pregunto tanteando para ver si tiene sitio o debo ofrecer mi apartamento, cosa que no me gusta especialmente, nunca se sabe que pasa por la cabeza de un cliente.
-¿Tienes prisa? – me responde con otra pregunta, mientras mueve la mano del cambio a mi pierna, mirándome con una enorme sonrisa. Parece algo nervioso.
- Pues la verdad, no… Tu mismo. – respondo cogiendo su mano y llevándola a mi entrepierna. (A eso le llamo cambio de palanca).
Callejeamos un poco y salimos a Gran Vía dirección Plaza de España hasta la M30 después tomamos la carretera de Burgos.
Definitivamente el toma la iniciativa.
-¿Cómo te llamas? – curiosamente lo primero que preguntan siempre es la tarifa, por lo que deduje que al tío no le preocupaba la pasta.
-Ángel – la verdad es que siempre les digo mi nombre verdadero aunque no se lo crean.
-¿Y tú? –
-Mejor nada de nombres, ¿te parece? –
-Por mí de acuerdo, pero te lo puedes inventar si quieres. ¿Qué tal… Francisco?, o Paco, es por llamarte de alguna manera. - él no dice nada y yo estoy más interesado en el color beige de la tapicería del coche y los acabados que en el bautismo.
El resto del viaje apenas hablamos, me limito a observarle. Vestía un traje marrón claro y corbata naranja a juego con la camisa de un tono algo más claro. El pelo moreno, corto, parecía recién cortado quizás de un par de días, manos pulcramente cuidadas en las que no había un solo anillo, (seguro que está casado), color de piel blanco, típico de los que pasan mucho tiempo en la oficina. Rostro alargado pero agradable, barba muy cerrada . Labios finos y ojos castaños. Con la chaqueta no podía ver si tenía barriga, pero que más da.
En definitiva un tipo atractivo pero peludo, a juzgar por el bello de las muñecas. Solo espero que sea aseado.
Al contrario de lo que pensaba no fuimos a parar a un hostal. Llegamos a un edificio de apartamentos por San Sebastián de los Reyes al que accedimos directamente por el garaje y desde allí al ascensor que tras introducir una llave, nos dejó dentro del propio apartamento.
Un único colchón cubierto con una sabana blanca nos esperaba en su interior junto a una silla plegable de playa.
Me acerque a un enorme ventanal sin cortinas desde donde solo puedo ver un centro comercial iluminado ya con los adornos de navidad. Está anocheciendo.
La verdad es que hacía bastante calor en el cuarto.
Se quitó la chaqueta dejándola sobre el respaldo de la silla, después me ayudo a desabrocharme el chaquetón continuando con la camisa. Ahora si que parecía excitado, el pantalón parecía a punto de estallar en la entrepierna.
El seguía vestido mientras me besaba.
-Desnúdame – me pidió quedándose de pie frente a mí inmóvil.
Afloje el nudo de la corbata y desabroche la camisa, efectivamente, tenía el torso cubierto de pelo que se había recortado con alguna maquina. Me sujetó las manos y las colocó sobre su pecho para que lo acariciara. Ahora coloca sus manos sobre mis hombros y me obliga a arrodillarme. Suelto el cinturón y los pantalones caen hasta los tobillos.
Unas de las cosas que más me molestan es que me sujeten la cabeza con ambas manos, cosa que estaba haciendo este, cuando hago una felación. Me siento forzado, como si no supiera lo que tengo que hacer. Pero es lo que hay y parece que le pone.
Continuo hasta que me lleva al colchón y una vez allí se me abraza besándome, yo le dejo hacer.
Hasta ahora es un tipo bastante normal, nada de cosas raras, pero aún es pronto.
Después de un rato acariciándonos me pide que le penetre. Busco mi bandolera y saco de uno de los bolsillos unos preservativos.
Practico unos preliminares para dilatarle el esfínter y que la cosa sea más placentera.
Situado a cuatro patas le paso las manos por la espalda y comienzo la penetración. La cosa va bastante bien y él empieza a moverse lentamente, yo voy adaptándome al ritmo que el me marca.
Cuando llegamos al clímax el mismo se sujeta el pene y se masturba hasta eyacular. Yo lo hago dentro de él.
Sudorosos nos dejamos caer. Espero unos minutos a la espera de que decida si quiere continuar o me da largas para que me vaya.
Transcurridos unos minutos vuelve a la carga.
Creo que es su fin de semana particular y lo quiere aprovechar al máximo.
Disimuladamente miro el reloj, ya son las nueve y media, llevamos casi dos horas dale que te pego y no parece cansarse.
Pasada media hora más se levanta y se mete en el baño, desde el colchón escucho la ducha. Parece que ya ha tenido suficiente.
Ahora tengo muchas ganas de mear, así que me levanto y entro en el baño, espero que no le importe. Cuando termino se abre la mampara de la ducha y entre una nube de vapor sale un brazo invitándome a entrar.
Allá vamos otra vez.
Tranquilamente buscamos la ropa desperdigada por la habitación, veo que se está poniendo mis calzoncillos.
-No te importa, ¿verdad? – me dice mientras busca otra prenda.
Vaya por dios, un fetichista
-No, no… quédatelos.- haber que voy a decirle.
-Tú te puedes poner los míos si quieres.- responde señalando a algún lugar de la habitación.
La verdad es que salgo ganando en el cambio, los míos los compro en H & M y los suyos son Kelvin Clain. Los recojo, parecen recién estrenados, pero que narices le acabo de comer la polla, que más me da.
-Debajo del colchón hay una libreta.- me dice mientras se abotona la camisa.
-Apúntame tu teléfono, nombre y la fecha.-
En el lado derecho del colchón asoma una pequeña libreta con un bolígrafo sujeto en la espiral. Las dos primeras hojas están llenas de números junto a nombres, la mayoría tachados. En la siguiente pagina en blanco pongo los datos tal como me lo ha pedido, no sin antes ver la ultima fecha que aparece garabateada “8 de noviembre” de un tal Juan.
-No te ofendas, pero si nos vemos por ahí no me saludes si yo no lo hago antes.- me dijo sin mirarme mientras se coloca bien la chaqueta y se ajusta la corbata.
-Entendido, no hay problema.-
Creo que está buscando la cartera, mira el contenido y saca unos billetes doblados que acerca hacia mi entre los dedos índice y corazón.
-¿Habrá bastante con eso? –
Lo cuento hay ciento cincuenta euros.
-Si, está bien.- Nunca hay que decir que está muy bien. Solo bien, es suficiente, vale. Así la próxima vez si es que hay una próxima se estire más.
Salimos tal y como entramos. En el ascensor me da un beso de despedida. Casi no hablamos en todo el recorrido hasta una parada de taxis. Donde me entrega veinte euros más. Despidiéndose con un gesto de cabeza.
Sacó el móvil y lo conecto. Dos llamadas perdidas y las dos de Carlos.
Llega un taxi y compruebo la matricula, ya os contaré por que.
Hoy ha sido un buen día.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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